PASEO SOBRE LAS NUBES
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Echeide o Echeyde, el volcán Teide para los aborígenes guanches, es el símbolo de la isla, padre protector que vigila Tenerife desde las alturas y la arropa con el mar de nubes. También representa el lugar donde el temible Guayota duerme. En ese parque nacional, las distintas erupciones han dibujado formas caprichosas de varias tonalidades que dejan solo para los ojos un panorama de gran belleza en que se tiene la sensación de estar en otro planeta.
Pero el Teide, como cualquier buen anfitrión, es generoso y premia a quienes lo visitan desde el mismo instante en que se inicia el ascenso al parque nacional. Ya sea desde el sur o desde el norte, los trayectos regalan a sus invitados imágenes cargadas de magia y de contrastes que van cambiando mientras se pasa por diferentes pisos bioclimáticos. En esos tránsitos, los pueblos van saludando a medida que las casas se diluyen y dan paso al monte, donde el pino canario, firme y elegante, sobrevive junto a la fauna y la flora autóctonas.
Los numerosos apartaderos y miradores apostados al borde de la carretera permiten hacer un alto en el camino y disfrutar de vistas gratificantes: del vibrante océano desde el sur y del infinito mar de nubes y los verdes valles desde el norte, hasta por fin llegar a las faldas del Teide. Ahí recibe al viajero con sus mejores galas, adornado con retamas, alhelíes y tajinastes que se pintan con flores de colores en la primavera o con un majestuoso manto blanco de nieve en invierno. La Tarta, los Roques de García, el Llano de Ucanca dan la bienvenida serenos, orgullosos y seguros de que no se olvidará tan magna experiencia.